Oki Kano, conocido popularmente como Oki, ha construido una amplia carrera musical a través de su identidad ainu; pueblo indígena del norte de Japón, la isla de Sajalín y las islas Curiles; fusionándola con culturas de otras latitudes, por lo que ha creado un estilo heterogéneo. Su nuevo álbum, o antología más bien, bautizado Tonkori in the Moonlight (Tonkori a la luz de la luna), se nutre de texturas jamaiquinas, irlandesas, africanas y centroasiáticas, así como electrónicas y folk.
La palabra tonkori hace referencia a un instrumento de cuerda, típico del pueblo ainu, el cual Kano ha convertido en su principal aliado musical.
Tonkori in the Moonlight es una recopilación de material de la primera década de carrera de Oki, entre 1996 y 2006.
La selección fue realizada por Lewis Robinson, fundador de la disquera Mais Um.
«Nadie sabe a ciencia cierta de donde viene el tonkori. Pero podemos encontrar registros de este instrumento en la isla de Sajalín, a finales del siglo XIX. La realidad es que tras la primera mitad del siglo XX comenzó a desaparecer, por diversas razones históricas, como los desplazamientos ocurridos tras la segunda guerra mundial en Sajalín y las Curiles», explica Kano. «Un familiar, llamado Kawamura Kenichi, a menudo organizaba reuniones en su casa en Hokkaido, Japón. Un día, estando allí, Kenichi-san borracho fue a otra habitación y volvió con un tonkori. Era la primera vez que sostenía uno. Me dijo que vendría bien tener uno o dos ainus que conocieran la música de su pueblo y la difundieran. Así que me llevé el tonkori a casa», agrega.
Muy pronto se dio cuenta de algo. «Nunca encontré a un intérprete de tonkori tradicional», dice, «todos estaban muertos cuando empecé». Así que fue autodidacta, lo que hizo que creara un estilo muy personal para interpretar el instrumento. Buena parte de su aprendizaje vino de las grabaciones de Nishihira Ume, artista ainu de la isla Sajalín que, tras la guerra, se trasladó a Hokkaido.
Durante siglos, el gobierno japonés había mantenido una política de asimilación que intentó erradicar la identidad y cultura ainu, en sustitución de una ciudadanía japonesa unificada. En 2011 se estimaba que sólo 300 personas entendían la lengua ainu. «Lo que les ocurrió a los ainus es similar a lo que vivieron los aborígenes en Australia y a los nativos de América», reflexiona Oki. «Mi abuelo, un cazador de osos, no le enseñó la cultura ainu a mi padre», finaliza.
Identidad recuperada
Oki pasó buena parte de su infancia y juventud sin conocer su identidad ainu. «Mis padres se divorciaron cuando tenía cuatro años. Mi madre se casó entonces con un japonés y decidió borrar su pasado: nunca me dijo que era ainu. Cuando tenía 18 años recibí una extraña llamada telefónica de una mujer que me dijo: “¿Eres OKI? ¿Sabes que tu padre no es tu verdadero padre?”, y trancó. Unos años más tarde, encontré un libro sobre la cultura ainu y en su interior había una foto de una escultura de mi verdadero padre, quien resultó ser un artista. Encontré su dirección, fui a Hokkaido y lo conocí. Se llamaba Bikki Sunazawa», rememora.
Semejante situación afectó enormemente la cosmovisión de Oki. «En esa época escuchaba mucha música reggae, que proponía un mensaje de volver a mis raíces, así que me trasladé a Hokkaido, pero fue duro porque no me sentía ainu. Mi madre también estaba muy disgustada y me rogó que dejara de ver a mi padre», explica.
En 1987 Oki huyó a Nueva York a estudiar y dedicarse al mundo audiovisual. «Nueva York es amor y odio. Vi grandes conciertos: Fela Kuti, Bunny Wailer y Grateful Dead, pero a la misma vez trabajé en anuncios de televisión para McDonald’s y Pizza Hut. Sin embargo, hice muchos amigos indígenas americanos y visité una reserva Navajo en Arizona. Fraternicé con chicos nativos que tenían la misma edad que yo, manejaban sus coche a toda velocidad, fumaban, bebían, disparaban rifles, pero cuando se ponía el sol subían a las montañas para encontrarse con los espíritus de sus ancestros. Eso me hizo pensar que quizá debía volver a Hokkaido», asegura el artista.
Y lo hizo, fue al regresar que se encontró con Kenichi-san.
Oki aprendió a tocar por sí mismo, iniciando el camino que lo convertiría en un revolucionario de la música folclórica y en el músico ainu más importante del mundo.
«Puede que suene supersticioso, pero cuando Kenichi-san me dio el tonkori, sentí que era una señal». Desde entonces hizo de Hokkaido su residencia fija.
Durante unos años se desempeñó en el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, promoviendo la cultura indígena, pero finalmente decidió concentrarse en la música.
El álbum debut de Oki, Kamuy Kor Nupurpe, se publicó en 1996, y desde entonces ha grabado once álbumes de estudio, tanto en solitario como con su gripo Dub Ainu Band.
Además, ha producido dos álbumes de la mítica cantante ainu Umeko Ando, todos ellos publicados en su propio sello Chikar Studio.
Ha realizado giras internacionales, desde el festival Womad en el Reino Unido hasta un encuentro en el John F. Kennedy Center en Washington DC, realizando además espectáculos en Singapur, Australia y toda Europa.
Actualmente sigue inmerso en la cultura ainu y ahora fabrica él mismo tonkoris a mano, ayudando a pasar la antorcha a la siguiente generación de músicos.
«Creo que hay mantener a la gente talentosa que se identifica como ainu en el radar. Hay mucha gente con raíces ainu haciendo cosas», comenta Kano.
Tonkori in the Moonlight se encuentra disponible en todas las plataformas de streaming puede adquirirse en la web de Mais Um.