Hay quienes creen que los kalbelias están emparentados con los gitanos europeos, siguiendo la extendida teoría que remonta su origen en el norte de la India. De hecho, el modo de vida de esta tribu asiática es muy similar a la del pueblo romaní, que por siglos vivió también de manera nómada.
Los kalbelias pertenecían originalmente a la casta de los intocables, la más baja dentro de la forma de estratificación social establecida en forma tradicional por el hinduismo en el subcontinente, abolida desde hace décadas, pero aún muy presente en la sociedad. Por eso sus chabolas solían verse en las afueras de pueblos y ciudades.
Durante siglos los kalbelias se dedicaron a diversas actividades para subsistir. La más conocida fue la captura y comercio de serpientes, especialmente por su veneno. Además, debido a sus dotes para lidiar con estos animales, también fueron populares encantadores de estos reptiles, llevándolos por las ciudades en pequeñas sestas o macetas, aparentando hipnotizarlas con el sonido de una flauta típica llamada pungi.
La música y la danza también eran su manera de buscarse la vida en las urbes indias, donde al ritmo de la tabla, el sarangi, el harmonium, el morsing y el dholak, las mujeres ejecutaban bailes típicos. Los kalbelias poseen gran respeto por las serpientes, por ello no solían matarlas, sino atraparlas y guardarlas. Se cree que por eso su danza típica imita el movimiento de estos reptiles, por lo que se le conoce popularmente como la danza de la serpiente.
La indumentaria típica de las bailarinas de la danza de la serpiente son faldas predominantemente negras con encajes de colores que se levantan y ondean con movimientos circulares, junto con otros de brazos y tronco que evocan los movimientos de una serpiente. La pieza colocada en la parte superior del cuerpo se llama angrakhi y el pañuelo que llevan en la cabeza es conocido como odhani, la parte inferior del vestido se llama lengha. Los tonos rojos, amarillos, azules o morados de la lengha, crean, con la coreografía, un efecto visual atmosférico e hipnótico.
Los hombres, aunque también pueden verse mujeres, suelen encargarse de los instrumentos musicales, donde además de la tabla, el sarangi, el harmonium, el morsing y el dholak, también hacen acto de presencia el daf o el khanjari, ambos de percusión.
Las bailarinas suelen también mostrar tatuajes de henna, así como joyas, prendas bordadas con espejos e hilos de plata. A medida que la actuación avanza el baile tiende a hacerse más rápido y vibrante.
Los kalbelias además tenían fama de ser grandes conocedores de la vegetación y la fauna local, por lo que fungían como curanderos y yerbateros.
Un cambio cultural
Todo cambió en el año 1972 cuando el gobierno de India emite una ley donde prohíbe la posesión, caza y comercio de serpientes. En ese momento los kalbelias analizan sus opciones de subsistencia.
Muchos kalbelias comenzaron a practicar la agricultura de subsistencia, renunciando a la vida nómada. Sin embargo, otros procuraron profundizar en sus milenarias actividades culturales, tanto de danza como de música, que practicaban en público, mientras viajaban de ciudad en ciudad.
La cultura y los festivales son parte importante de la vida social en Rajastán, siendo un factor fundamental de su industria turística, por lo que los kalbelias consiguieron un nicho importante para su arte.
Poco a poco el baile de los kalbelias se convirtió en una fuente de ingresos, pero también de reconocimiento, no sólo en la India sino más allá del subcontinente.
«Esta música y baile, este arte, es nuestra tradición» afirma un hombre de esta tribu en un documental de Al-Jazeera, realizado por Mostafa Bouazzaoui. «Cuando existía la monarquía, se nos invitaba a los palacios. Reyes y emperadores nos pidieron que entretuviéramos a sus invitados».
Los kalbelias consideran representar una importante y prestigiosa parte de la cultura de Rajastán. Su fama internacional logró que en 2010 ganaran un puesto en el patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.
La identidad cultural de los kalbelias, especialmente su danza, ha significado una gran mejora para la vida de las niñas y mujeres de ese pueblo. Muchas lograron evitar una vida de mendicidad gracias al arte.
«Yo nací en una comunidad que prefería no criar niñas. Cualquier mujer que nacía era asesinada poco después», comenta en el documental Gulabo, una bailarina que afirma haber sido enterrada viva el día que nació, hasta que su madre la salvó. «Ahora que nuestras muchachas aprenden nuestras danzas típicas, y sus padres están felices de tenerlas, porque representan un sustento para las familias y eso es algo maravilloso para nosotras», agrega.
Gulabo es profesora de danza y coreógrafa, y ha logrado fama internacional, recorriendo varios países en giras culturales.
La música y la danza kalbelia son transmitidas de manera oral, de una generación a otra. No existen escuelas, textos, siquiera registros que ayuden a aprender este arte. Muchas de las letras de sus canciones son extraídas de historias de su folclor y mitología. Además, sus cantantes tienen fama de ser grandes improvisadores.
El cantante Mohini Devi, lo ilustra de la siguiente manera: «Nosotros no practicamos ni asistimos a lecciones de música. Creamos las canciones de manera espontánea sentados en nuestras casas».
La cultura ha sido el principal canal para que los kalbelias se adapten al tren de vida del siglo XXI, condicionando la transición de una vida nómada a otra sedentaria en la India moderna.