noviembre 24, 2021

Los misterios de la música maya

La música de la civilización maya es descrita a través de sus registros antiguos, así como mediante los relatos escritos españoles del siglo XVI. Los mayas tocaban flautas, ocarinas, maracas, tambores y una suerte de trompeta, llamada hompak, en diversas ocasiones sociales como en funerales, celebraciones y rituales religiosos.

Si bien no ha sobrevivido ninguna música escrita de la era maya, los arqueólogos han encontrado una gran variedad de instrumentos musicales, así como representaciones pictóricas y escultóricas que muestran este arte como un elemento complejo de su idiosincrasia social y religiosa.

La mayor parte de la música maya entró en franco declive tras la disolución de las últimas cortes, luego de la conquista española, si bien esa sociedad precolombina llevaba siglos de decadencia. Se cree que para el año 900 d.C. el mundo maya había perdido por completo su esplendor, que había comenzado en el 250 d.C.

Además, buena parte de lo que prevaleció de la música maya se fusionó con las influencias españolas que llegaron con la conquista.

Se han encontrado importantes evidencias arqueológicas de instrumentos de viento mayas en lugares como Tabasco, Campeche y Jaina. En este último, se hallaron silbatos de arcilla en cementerios. Estos tenían boquillas de forma cuadrangular, rectangular, elipsoidal y cónica. Varios mostraban formas de rostros humanos y otros de animales que representan a las deidades mayas.

Aparte de los instrumentos de viento y percusión, no había una gran variedad en la música maya clásica, ya que los de cuerda no existieron en su época. No obstante, los gobernantes fallecidos solían ser enterrados con instrumentos musicales para ayudarles a pasar por el inframundo y para que finalmente renacieran.

Los mayas tuvieron varios instrumentos similares a la trompeta actual, el más importante el hompak. La mayoría estaban hechos de arcilla, y eran relativamente cortos. Hubo otros de madera, mucho más largos. Una pintura mural que data del año 775 d.C., encontrada en un complejo ceremonial en México, representaba a dos trompetistas gemelos de pie, uno al lado del otro, junto a una orquesta de 12 hombres. Esta y otras representaciones artísticas mostraban los labios de los músicos muy apretados sobre la boquilla, lo que sugiere que las trompetas de madera se utilizaban para soplar tonos altos.

Mientras que el uso de las trompetas de arcilla disminuyó gradualmente, el uso de las de madera persistió por siglos. El misionero español de la Orden Franciscana en la provincia de Yucatán y segundo obispo de la Archidiócesis de Yucatán, Diego de Landa, describió en sus memorias la trompeta de madera maya.

Una amplia variedad de flautas era otra de las características de la música de este pueblo precolombino. Algunas tenían ciertas similitudes con las modernas, otras eran muy diferentes.

Un tipo común de flauta maya tenía una cámara a un lado que se utilizaba para desviar el aire que entraba en el instrumento para que no siguiera una trayectoria recta. Esto hacía que produjera un sonido parecido al del oboe.

Otro tipo de flauta era una de tubo capaz de producir acordes de 3 notas, una función que no solían cumplir los instrumentos de viento del momento.

Los mayas también tocaban la ocarina, una pequeña flauta del tamaño de un silbato. Dependiendo de su construcción, las ocarinas eran capaces de producir cinco tonos diferentes por medio de cuatro o cinco agujeros.

Ciertos estudios e informes de excavaciones de antiguos sitios mayas especulan que las ocarinas se tocaban durante pequeños rituales religiosos y ceremonias funerarias. Las flautas más grandes eran capaces de producir más tonos. El Códice Dresde muestra imágenes de personas tocando tambores y flautas. La plantilla 34 de este documento representa la flauta como un instrumento asociado a un ritual de fertilidad o de acción de gracias.

Códice de Dresde

El Códice de Dresde o Códice Dresde, también conocido como Codex Dresdensis, es un libro de los mayas, que data del siglo XI o XII. Se cree que este libro es la copia de un texto original que lo precede de unos trescientos o cuatrocientos años. El Códice Dresde consta de 39 hojas, con escritura en ambos lados, con una longitud total de 3,56 metros. Originalmente, el manuscrito había sido doblado en forma de acordeón. En la actualidad, se exhibe en dos partes, cada una con una longitud de aproximadamente 1,8 metros, en el museo de la Biblioteca del estado sajón en Dresde, Alemania. El documento ha jugado un papel clave en el desciframiento de los glifos mayas, y es una ventana a su cosmovisión.

La percusión maya consistía primordialmente de tambores y maracas. Dos de los tres manuscritos mayas precolombinos que se conservan en las bibliotecas europeas hablan del kayum, un tambor cilíndrico vertical de una sola cabeza o con forma de tetera, que se tocaba con las manos desnudas. En el Códice Dresde pueden verse deidades tocando tambores cuyos marcos de arcilla parecen los dos brazos de un candelabro. Ambos están cubiertos por una piel atada, y la base que los une está llena de agua, lo que permite al músico ajustar el tono del tambor. El manuscrito también muestra la imagen de una deidad que agita una gran maraca perforada y otra que toca una flauta.

Los grandes tambores verticales (que los aztecas llamaban huehuetl) eran de madera y no sobrevivieron. Los tambores de pie mucho más bajos que se han encontrado, a menudo con forma de jarra bulbosa sobre un pedestal, simple o doble, son de barro. En las representaciones, la membrana se muestra a veces con una piel de jaguar. Otro tambor popular de la época maya era portátil y se sostenía bajo el brazo. Los tambores horizontales de hendidura aparecen sólo después del cierre del período clásico maya, probablemente bajo influencia tolteca. Además, había tambores de carey y de concha de tortuga que se tocaban con la mano, o con un palo, que podía ser un cuerno de venado.

Los instrumentos de metal generalmente no tenían lugar en la música maya clásica. La excepción eran las sonajas de cascabel, que representaban al dios de la muerte. Las cien sonajas de cascabel doradas encontradas en 1926 en el Pozo Sagrado de Chichén-Itzá fueron traídas al sitio desde lejos. En el Códice Dresde aparecen dioses adornados con cascabeles.

Los eventos teatrales, la danza, los rituales y, aunque en menor medida, la guerra, habrían sido impensables en el mundo maya sin el apoyo musical. Por ello, el director musical de esa cultura, conocido como holpop, era muy apreciado socialmente. Los diccionarios mayas, tanto los antiguos como los más recientes, contienen muchas palabras y distinciones relacionadas con la música.

El holpop no sólo era el cantor principal que fijaba la tonalidad y enseñaba lo necesario para cantar, sino también el guardián de los instrumentos musicales, especialmente de los tambores.

La representación más completa de una actuación musical del periodo clásico maya está en las paredes inferiores de la sala del templo de Bonampak, localizado en la selva Lacandona del estado de Chiapas. Data del año 791 d. C. y muestra una danza real acompañada por una fila de doce músicos divididos en secciones. Maracas, trompetas, ocarinas y tambores están presentes en la obra.

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