Músico, empresario, filántropo, activista de los derechos humanos y Embajador de Buena Voluntad de Unicef para el sur de África, Oliver «Tuku» Mtukudzi fue uno de los artistas más importantes del continente, transmitiendo siempre un mensaje de conciencia y fuerte contenido social.
Mtukudzi falleció a principios de este año en Harare, capital de Zimbabue, tras una serie de complicaciones relacionadas con la diabetes. Desde entonces son muchos los tributos que se le han hecho al artista.
Años atrás Mtukudzi apareció en una lista de la revista Forbes, como uno de los músicos más mercadeables de África. Algunos expertos lo colocaban junto a íconos de la región, como los senegaleses Salif Keita y Youssou N’Dour, debido a su capacidad de innovación, y su influencia en las nuevas generaciones de artistas.
Mtukudzi procuró difundir un mensaje que abordaba problemáticas sociales como la pobreza, el alcoholismo, la desnutrición y la educación sexual, aunque también buscaba enaltecer la cultura de su pueblo, muchas veces recurriendo al refranesco popular shona, grupo étnico mayoritario en Zimbabue, al que pertenecía el músico.
Varias figuras políticas de África rindieron homenaje al artista tras su muerte. El presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, comentó en Twitter: «Hoy decimos adiós a un verdadero patriota. Oliver Mtukudzi, tu vos nos ha dado consuelo en los momentos difíciles, y seguirá con nosotros para la posteridad». El ex presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, ha agregado en la misma red social: «Me invade una gran tristeza por la partida de la leyenda Oliver Mtukudzi. Su música nos ha conducido a través de algunos de nuestros momentos más oscuros y felices, además nos ha unido más allá de las fronteras».
Uno de los comentarios más sentidos fue el del ex ministro de educación de Zimbabue David Colar, quien diría: «Si alguien hizo que me sintiera orgulloso de ser zimbabuense fuiste tú. Gracias por hacernos felices por tanto tiempo, especialmente en los días más oscuros».
El trabajo de Mtukudzi, bautizado como música tuku, era una fusión de varios estilos autóctonos de la región, como el género zulú mbaqanga, proveniente de Sudáfrica, junto con texturas extranjeras como jazz y folk.
Mtukudzi se enfocó siempre en la guitarra, aunque algunas de sus composiciones se basaron en instrumentos locales como la mbira, un implemento musical idiófono, de sonido dulce, que consta de un grupo de láminas de metal o bambú, adheridas a un tablero o resonador de madera, muchas veces hecho de Caoba.
La filantropía fue otra de las grandes pasiones de Oliver Mtukudzi, así como las campañas de difusión por el respeto a los derechos humanos, por eso llegó a servir como Embajador de Buena Voluntad de Unicef para el sur de África.
Orígenes humildes
Mtukudzi creció en el barrio de Highfield, una zona muy pobre de la ciudad de Harare, que en aquellos años era llamada Salisbury, y fungía como capital de Rodesia del Sur, una colonia británica. Era el mayor de siete hermanos. Si bien ambos padres cantaban en un coro, no querían que su hijo se dedicara a la música, y nunca apoyaron sus inclinaciones artísticas, llegando a romper su primera guitarra, que había construido él mismo.
Empezó a tocar en el año 1977 cuando se unió a la banda Wagon Wheels, que incluía artistas como Thomas Mapfumo, así como el legendario guitarrista James Chimombe.
El activista y promotor musical Paul Tangi Mhova Mkondo fungió como mecenas de la banda, aportando los recursos monetarios necesarios para que pudiesen iniciar su carrera artística.
Otro conocido personaje zimbabuense, Amai Mutanga, los apoyó llevándolos a presentarse en su club nocturno, el primer y único lugar que admitía realizar eventos para la población negra del país, debido a las políticas de segregación racial que existían en Rodesia del Sur. Mutanga era el único nativo con una licencia de ese tipo.
El sencillo de Wagon Wheels Dzandimomotera, que significa «los problemas me rodean»,fue el primer gran éxito en el que participó Mtukudzi, y pavimentó el camino para lo que sería su primer disco, que consiguió una enorme popularidad poco después de su publicación.
Más tarde, Mtukudzi formaría parte de la súper banda africana Mahube, junto a grandes músicos como el saxofonista Steve Dyer, de Sudáfrica, el guitarrista George Phiri, de Malawi y las vocalistas sudafricanas Suthukazi Arosi y Phinda Mtya. Allí también participaron otros artistas célebres del continente como Bheki Khoza, Feya Faku, Andile Yenana, Barry van Zyl, Tlale Makhene, Herbie Tsoaeli y Scorpion Madondo.
La voz fuerte y ronca de Oliver «Tuku» Mtukudzi, fue reconocida popularmente como la voz de Zimbabue, y se convirtió en la más reconocible del país alrededor de África y el mundo.
Miembro del clan Korekore, o Shonas del Norte, cantaba en el idioma shona, así como en ndebele e inglés. Mtukudzi hizo varias giras alrededor del mundo. Recorrió países como Reino Unido, Estados Unidos y Canadá, tocando para grandes audiencias.
Mtukudzi tuvo cinco hijos, dos de ellos músicos. Uno de ellos, Sam Mtukudzi, se convirtió en un popular artista en Zimbabue, aunque murió trágicamente en un accidente de coche en marzo de 2010. Por ello, en 2013, su padre publicó el disco Sarawoga, en homenaje a su hijo.
Una de las razones por la cuales la música de Mtukudzi siempre será recordada, fue por reflejar las luchas de su pueblo durante el gobierno de minoría blanca en su país. Antes de su independencia, el país vivió un régimen similar al apartheid sudafricano. Desde entonces abogó por la paz, la tolerancia, sin olvidar los problemas que vinieron luego, haciendo especial énfasis en las mujeres y los niños.