Inna De Yard rescata el legado de una serie de artistas con décadas de trayectoria, pero que por años estuvieron alejados de la palestra pública. El proyecto musical, surgido a mediados de la primera década del 2000, devino en un documental, presentado recientemente en varios festivales del mundo, que relata este encuentro, donde los protagonistas evocan una visión acústica del reggae, grabando además al aire libre. De allí su nombre, que significa «en el patio».
Peter Webber, director de La joven con el arete de perla, fue el encargado de plasmar esta historia en film, mostrando además sus presentaciones en vivo, incluyendo un apoteósico concierto en París.
Desde la aparición de la película el grupo se ha dedicado a girar por el mundo, con Kiddus I, Ken Boothe y Cedric Myton a la cabeza. La idea es seguir publicando música en los años por venir.
En esta entrevista Kiddus I explica la historia de Inna De Yard, pero también ahonda en su trayectoria personal, y sus aspiraciones para el futuro.
—¿Cómo nace el proyecto Inna De Yard?
—Earl «Chinna» Smith, Cedric «Congo» Myton y yo comenzamos a componer música hace más de quince años. La idea era crear reggae de manera predominantemente acústica, con instrumentos como los tambores nyahbinghi. Winston McAnuff, que también formaba parte del equipo, había contactado con la disquera francesa Makasound, que se interesó en el proyecto. Romain Germa y Nicolas Maslowski, de Makasound, estuvieron en la casa de Chinna, donde grabábamos, y les gustó lo que vieron. Nicolás es un gran coleccionista de discos, que conoce mucho de reggae. Con ellos publicamos varios álbumes, hasta que Makasound dejó de existir en 2011. Pero más adelante el sello resurgió, bajo el nombre Chapter Two, y además empezamos a trabajar con una nueva disquera, también francesa, llamada Wagram. Con ambos lanzamos el álbum Inna De Yard, The Soul of Jamaica en 2017.
—¿De dónde proviene el nombre Inna De Yard?
—Los discos los grabamos al aire libre, en un jardín. Trajimos el reggae al aire libre. Empezamos en el de Chinna, en St. Andrew Park, Jamaica. El jardín es donde nos reunimos, tocamos y grabamos.
—Primero fueron la serie de álbumes Inna De Yard, luego vino el documental.
—Exacto. Durante la década del 2000 hicimos alrededor de ocho álbumes. Luego trabajamos con Makasound, más adelante con Wagram, siempre con gente como Romain y Nicolas. Winston había creado una buena relación con ellos. Se puede decir que cuando comenzamos a trabajar con estas disqueras fue como empezar de nuevo, hicimos un primer álbum y fue el segundo Inna De Yard, The Soul of Jamaica el que convertimos en una película homónima.
—¿Cree que la película refleja la esencia y espíritu de lo que es Inna De Yard?
—Hay una experiencia y un sentimiento en los artistas de reggae jamaiquinos, especialmente en los que pertenecen a la primera ola del género, y creo que eso queda retratado allí. Nosotros tenemos décadas en esto, y además hemos querido apelar a lo acústico, a los instrumentos originarios, como la percusión nyahbinghi. Creo que el film hace una gran representación de nuestro arte, de nuestra historia y de la esencia de nuestra música. Me alegra además ver el interés que demuestra la gente tras ver la película, y todos los comentarios positivos que hemos recibido. Ha sido una grata sorpresa. Personas que nunca han estado en Jamaica, han visto el film, y nos han dicho: «Tenemos que ir». Quizás porque también se hace gran énfasis en la naturaleza de la isla.
—Se ha dicho que Inna De Yard es una suerte de versión jamaiquina de Buena Vista Social Club.
—Creo que es algo muy positivo difundir la cultura de tu país, además hablando del contexto social e histórico que la ha generado. No sé si sean films similares, pero desde luego es una comparación positiva.
—Ustedes parecen querer mostrar la música en su estado más virgen, y por ello apelan al formato acústico.
—Es algo natural. Incluso antes de ir al estudio a grabar, cuando uno está componiendo, apela por un ambiente relajado, por la naturaleza, el jardín de tu casa, con la guitarra acústica en la mano. En Jamaica no hay nieve, así que puedes estar fuera todo el año, todo el tiempo. El formato acústico es cándido, relajante, y se presta a ocurrir al aire libre. Fíjate que nunca grabamos en estudio, sino en exteriores, en espacios abiertos. Puedes escuchar los sonidos del campo, y nuestra naturaleza. Aves, gallinas, grillos, etc. El sonido de la vida. Eso nos encanta y ha funcionado muy bien.
—¿Publicarán más álbumes de la serie Inna De Yard?
—Sin duda, continuaremos grabando y publicando. Por ahora estamos dedicados a nuestro último álbum, a la promoción y gira, y eso tomará algún tiempo. Después empezaremos a trabajar en nuevo material. El año que viene probablemente.
—¿Se esperaban la difusión y el recibimiento que obtuvo el proyecto?
—Sabíamos que lo que hacíamos tenía algo especial, pero nunca estás seguro en dónde terminará todo. Entonces esperábamos que hubiese una respuesta positiva, pero luego todo pasó tan rápido, que es como una dosis de adrenalina. La gira, los lugares, las tarimas en las que hemos estado. Es un honor lograr tanto con esta visión del reggae y de la música rastafari.
—Usted se dio a conocer tras su aparición en el film Rockers en 1978. Sin embargo, después de la década de los setenta hubo un silencio de su parte, que se extendió hasta el 2005.
—El noventa por ciento de las veces procuré llevar mi carrera de manera independiente. Yo era mi propio productor. Así que cuando se acababa el dinero, debía volver a trabajar, y así sucesivamente. Creo que también tuve posturas muy críticas con el negocio de la música en mi país. Quizás fui bastante agresivo en algunas de mis declaraciones, lo que me llevó a ser apartado por ciertas personas. Digamos que hay cosas del negocio que no me gustan, he visto a artistas que la han pasado bastante mal. Pero también en nuestra sociedad ha habido divisiones muy fuertes. En los setenta estuve muy involucrado en movimientos que buscaban traer paz, y acabar con la violencia callejera en Jamaica, muy vinculada a la política, y a las milicias partidistas. Allí dije cosas muy fuertes sobre los líderes de ambas facciones, porque me molestaba lo que pasaba en el país. Eso cerró también algunas puertas, y me alejó de la escena.
—Todo cambia con la aparición de Makasound.
—Cuando Winston entra en contacto con Nicolas y Romain, dos jóvenes periodistas, fundadores de la disquera Makasound. Nicolas era un gran coleccionista, amante del reggae, y supongo que todo el proyecto evolucionó de manera natural.
—Después de décadas de trayectoria, ¿es este el mejor momento de su carrera?
—Es maravilloso ver todas las posibilidades que se están abriendo. Hemos tenido más exposición que nunca. La película nos ha dado muchísima difusión, como en su momento nos la dio Rockers. Lo bueno es que ambas muestran nuestro ambiente y esencia. Es un éxito. Hay un momento reciente que me ha parecido increíble, que es cuando nos presentamos en la sede de la Unesco.
—¿Está trabajando en otros proyectos fuera de Inna De Yard?
—Estoy participando en un tour inspirado en el film Rockers. También cada uno de los miembros de Inna De Yard tiene sus proyectos en solitario, incluyéndome. Todos nos mantenemos grabando. Nos gusta explorar y probar nuevos sonidos. Amamos lo que hacemos en Inna De Yard, la respuesta del público ha sido positiva, lo estamos disfrutando, y eso nos motiva artísticamente.