Maya Youssef empezó a tocar el qanun desde muy joven, en su Damasco natal. Tras haber descubierto aquel sonido, durante un viaje en taxi junto a su madre, decidió dejar a un lado el violín, que había estudiado con cierta renuencia, para tomar este instrumento que la ha acompañado hasta el día de hoy, y al cual, afirma, debe la vida.
Tras haber publicado su celebrada ópera prima, Syrian Dreams, Youssef ha utilizado su fama para dar a conocer este instrumento, típico de todo el Medio Oriente, a nuevas audiencias, si bien su enfoque es más bien ecléctico y poco tradicional.
Actualmente se encuentra preparando nuevo disco, producido por el músico Leo Abrahams, protegido del mítico Brian Eno, en una obra que describe como ambiental.
Fue durante la preparación de este álbum que tuvimos la oportunidad de conversar con ella.
—¿Cuál es la historia tras el qanun?
—Es un instrumento muy antiguo, de gran importancia histórica. Ha evolucionado mucho desde su creación, ocurrida siglos antes de cristo. El problema es que la historia del instrumento puede llegar a ser un poco vaga, porque se han perdido muchos registros, entonces sólo existen fragmentos puntuales. Su actual forma existe desde el siglo XVI, más adelante los turcos agregaron las clavijas, que no existían antes. Imagina lo difícil que debió haber sido afinar cada cuerda sin la ayuda de clavijas. Tiene que haber sido una pesadilla. Gracias a esas clavijas uno puede cambiar la escala del instrumento libremente, de manera sencilla. Por eso creo que es muy versátil. Mi qanun es sirio, fue construido en Alepo, es árabe. Pero el instrumento existe también alrededor de todo el Medio Oriente: en Turquía, Azerbaiyán, Armenia, aunque en diferentes formas. Hay dos ciudades muy importantes por sus qanuns: El Cairo y Alepo. En los años 20, en las escuelas de música de El Cairo, se afirmaba que el qanun era una suerte de piano árabe. Por lo que podríamos decir que es un instrumento clave para la música de la región.
—La palara qanun significa «la ley» en árabe.
—Cierto. Creo que es por la cantidad de cuerdas que tiene, son 78. Entonces el resto del ensamble tiene que adaptarse a la afinación y el tono del qanun. En el pasado el intérprete de qanun podía llegar a ser el líder de la orquesta típica árabe, aunque eso ha cambiado con el tiempo, pasando a conducir el músico más capaz del grupo.
—Usted estudió música desde muy joven.
—Tuve la gran suerte de crecer en un hogar donde se escuchaba todo tipo de música. Desde Paco de Lucía, monjes tibetanos, Miles Davis, sinfonías, música tradicional árabe, fusión, etc. Mi padre tenía un gusto muy ecléctico. Nuestra casa era un compendio de discos compactos, casetes, libros y vinilos. Donde giraras la mirada encontrabas esas cuatro cosas. Cada noche teníamos una sesión musical para descubrir nuevas cosas. Supongo que por esa vena artística, mis padres me inscribieron desde muy joven en un instituto de música en Damasco, el único que aceptaba niños. Allí aprendí lo básico hasta que llegó el momento de seleccionar un instrumento. Mis padres propusieron el violín, yo acepté sin estar muy segura. Un día iba a camino al instituto con mi madre, en un taxi donde sonaba una grabación de un qanun. Me enamoré instantáneamente, le pregunté al taxista que era aquello y le dije a mi madre que quería tocar lo que estábamos escuchando. El taxista se rio diciéndome que no iba a poder ejecutarlo por ser mujer, ya que era un instrumento típicamente masculino. Yo era una niña muy testaruda, así que me propuse hacerlo. Al poco tiempo abrieron una clase de qanun, y fui una de las primeras en enrolarme. Al principio mis padres estaban en shock, pero a los pocos días ya habían comprado mi primer qanun. Fue importante el contar con el apoyo de mis padres todo el tiempo, si no hubiese sido por ellos la historia habría sido muy diferente.
—Su música es una mezcla de música clásica árabe y occidental, con ciertas texturas de jazz. ¿Cómo define su estilo?
—Yo diría que es música de cámara árabe contemporánea con elementos de jazz.
—Usted vivió en Dubái y luego Omán, para finalmente residenciarse en Londres.
—Antes de mudarme a Londres en 2012 estaba viviendo en Omán, trabajando como profesora de música, tanto de qanun como de teoría de música árabe. Fue divertido y me gusta mucho Omán, pero era un país en el que no había oportunidades para dar conciertos, hay muchos controles. Yo disfruto mucho estar en tarima, entonces me era muy difícil no tener la oportunidad de hacerlo. Si no tengo eso constantemente, hay una parte de mí que muere. Me di cuenta que tenía que ir a otro lado. Empecé a buscar en internet posibilidades, y descubrí una iniciativa británica donde invitaban a más de 300 músicos de todo el mundo a inmigrar al Reino Unido, basado en sus logros. Vi que reunía todos los requisitos, y fui aprobada. Fue una experiencia que me cambió la vida. Imagina lo que es llegar a una ciudad tan cosmopolita como Londres, donde hay personas de todas partes del mundo. Es en un lugar así donde uno consigue su propia voz, y le da sentido. En lo personal, no soy una intérprete tradicional de qanun, soy muy ecléctica, tengo muchas influencias. No me imagino asumiendo el instrumento de otra manera, y Londres es una ciudad donde simplemente podía ser yo misma.
—Su ópera prima Syrian Dreams está marcada por la guerra en su país.
—Empecé a componer Syrian Dreams en 2012. La guerra empezó a finales de 2011. Por aquellos días veía las noticias constantemente, y se me rompía el corazón al ver esas imágenes. Pero también, a nivel personal, vivía una situación complicada, algo que hoy en día comento en mis conciertos, no para parecer una víctima, ya que actualmente me encuentro en un momento de gracia y empoderamiento. En aquel momento sufría un severo abuso doméstico. Así que aguantaba dos guerras. En caso de que alguien se lo pregunte, actualmente estoy felizmente casada. Entonces, como te decía, eran dos guerras. El momento clave ocurre cuando vi una imagen en televisión de una niña siria muerta, tras un bombardeo en Damasco. Ella aparentaba tener la misma edad de mi hijo, quien en ese momento dormía a mi lado. En ese momento algo cambió, tomé mi qanun mientras lloraba y sentí como si la música brotara espontáneamente. Así nació la canción que le dio el nombre al disco. Ver tantos amigos morir, los lugares donde pase mi infancia ser destruidos, perdida de familiares, creo que todo aquello lo drené a través de la música. Pero también estaba mi otra guerra, más íntima, en casa. La música fue mi salvación, fue una herramienta para curarme desde lo más profundo, para salir de aquel foso. Estoy segura de que no podría haber sobrevivido sin el qanun, o sin la música.
—Si bien hay momentos tristes en Syrian Dreams, hay piezas que parecen muy optimistas.
—Absolutamente. Cuando hablo de la historia de este disco, mucha gente cree que la vibra es sumamente triste. Claro que hay duelo y dolor, algunas piezas me siguen haciendo llorar cuando las toco en vivo, pero otras son alegría pura. La canción Las 7 puertas de Damasco nos transporta a una tarde soleada en la ciudad, mientras te la muestro. Es una experiencia alegre. Entonces hay de todo un poco, el álbum es un viaje.
—Syrian Dreams gira alrededor del qanun, pero hay varios instrumentos que hacen acto de presencia.
—Uno de ellos es el laúd árabe, que para mí es un sonido muy cálido que evoca a mis abuelos. Yo quería que participara gente que viniera de diferentes géneros. Cuento con Barney Morse-Brown en el cello, que nunca había tocado música árabe hasta que me conoció. Él tiene influencias muy folk, lo que le dio una personalidad muy interesante al disco. En la percusión estuvo el alemán Sebastian Flaig, él sí usó instrumentos del Medio Oriente, pero también elementos con los que yo nunca había tenido contacto en mi vida, como el udu, que es típico de África. Creo que cada uno trajo su identidad, y su formación.
—¿Cree que algún día volverá a Siria a vivir?
—Estoy felizmente casada, mi marido es británico. Me gustaría ir de visita asiduamente, cosa que definitivamente haré cuando todo se calme. Pero creo que seguiré viviendo en Europa. No he vuelto desde 2011, aunque mis padres siguen en Damasco, no se quieren ir. Ha sido un largo viaje aceptar su decisión.
—¿Es optimista con respecto al futuro de Siria?
—Siempre soy optimista. Hay gente que me dice que soy como una niña. No me importa. Amo tanto la vida y la gente que nunca he perdido la fe, sé que todo se resolverá en Siria. Todo tiene un principio y un final. Todo termina en algún momento. Lo importante es aprender de las malas experiencias, para tomarlas en cuenta para el futuro.
—¿Está trabajando en nueva música?
—A principios de este año obtuve un galardón que me permitirá grabar una serie de canciones. En eso estoy trabajando en este momento. No puedo decir mucho, pero será muy diferente a Syrian Dreams. El productor será Leo Abrahams, un músico talentosísimo, pupilo de Brian Eno. Entonces traerá nuevos ingredientes, muy ambientales. Siempre me plantee que mi primer disco fuese acústico, pero quería que el segundo fuera un álbum de capas y texturas, rodeando el qanun. Estoy componiendo en este momento, y empezaré a grabar la semana que viene.