Los orígenes del flamenco se pierden en el tiempo, pero no en el espacio. Andalucía es indudablemente su cuna y, por tanto, todos aquellos que han poblado la región a través de los siglos pusieron de su parte en su concepción.
Cristianos, musulmanes y judíos, junto a la población gitana, que llega a España en el siglo XV, son todos semillas del popular género español.
El flamenco, como es bien conocido, posee tres elementos primordiales: el cante, el toque y el baile.
El cante, en sus diversos tipos y clasificaciones, posee una serie de raíces agitanadas con el tiempo, pero donde se perciben vestigios de oriente, así como de liturgia cristiana y sinagoga sefardí.
El toque es protagonizado por la guitarra flamenca, clara heredera del laúd árabe y la guitarra latina.
El baile también funge como confluencia de culturas, traducidas a través de vibrantes cuerpos gitanos.
Orígenes
El flamenco, como se conoce actualmente, comienza aproximadamente en el siglo XVIII, cuando el fuerte mestizaje cultural andaluz tiende a borrar las fronteras raciales. Como decíamos líneas atrás, los primeros pasos poseen un lugar, pero los autores de éstos no pueden ser señalados con exactitud.
En el caso de los gitanos es importante recordar que este pueblo, salvo en su sucursal andaluza y española, no ejecuta el flamenco. Por ello, es posible concluir que éstos absorbieron la cultura musical y coreográfica regional al llegar al país, digiriéndolas y apropiándose de ellas para luego transformarla.
Cristianos, musulmanes y judíos habían moldeado la música andaluza que daría vida al flamenco. Andalucía fue por siglos, en mayor y menor medida, un territorio de cierta tolerancia religiosa, por lo que el entendimiento cultural fue sumamente rico y fructífero.
No obstante, la expulsión de los judíos y la conquista del último bastión árabe en España ocurren paralelamente a la llegada de los gitanos a la península ibérica. Las cartas estaban echadas, los gitanos jugaron la partida, siendo catalizadores de un movimiento.
Árabes, judíos y cristianos
El célebre compositor Manuel de Falla resaltó siempre el papel de la iglesia bizantina en la liturgia antigua cultivada entre los pueblos ibéricos, apoyando la idea de que la influencia oriental en la música española era anterior a los árabes.
Desde el siglo IV, Constantinopla destila influencias del canto de sinagoga en sus misas cristianas, las cuales son difundidas por toda Europa gracias al credo en expansión. Es así como llega a la península ibérica, donde además existen asentamientos hebreos desde el año 300.
El maestro Felipe Pedrell, afirma en su Cancionero popular español, que en España persistieron varios cantes populares con profundas raíces en la antigua civilización bizantina, que se tradujo en fórmulas que serían utilizadas en los ritos de la iglesia hasta la conversión a la liturgia romana.
Por su parte, Falla agrega: «Estas mismas propiedades tienen a veces algunas canciones andaluzas muy posteriores a la adopción de la música litúrgica bizantina por la Iglesia española, canciones que guardan gran afinidad con la música que se conoce todavía en Marruecos, Argel y Túnez con el nombre emocionante para todo granadino de corazón, de música de los moros de Granada».
Tras la conquista de la península por parte del Califato Omeya, que comienza en el siglo VIII, la música árabe pasaría a ser predominante en Andalucía, aunque se fusionaría con la tradición ya existente.
Andalucía fue una región de confluencia de culturas, como ocurre en el Medio Oriente, pero donde las diversas manifestaciones artísticas lograron convivir en exquisita simbiosis. Un triunfo importante de la tolerancia mestiza, aunque, en honor a la verdad, tampoco faltaron los episodios de tensión entre las distintas religiones.
Los gitanos y la India
Aún tras la expulsión de los judíos y los árabes, su canto y estética sigue evocando sus vestigios en ese flamenco nacido de la frágil armonía. Del otro lado del estrecho de Gibraltar, aún se notan estas influencias en las melodías bereberes pero podemos ir más lejos.
El lenguaje y la imaginería de la danza flamenca, los movimientos de brazos, manos y dedos, ¿no evocan también acaso los bailes sagrados hindúes?
Y es que, hablando de India, decía Federico García Lorca en 1922 sobre el cante jondo, pilar vocal del flamenco: «La diferencia entre el cante jondo y el flamenco es que los orígenes del primero hay que buscarlos en los sistemas de la música primitiva de la India, mientras que el flamenco (una consecuencia del cante jondo) no adquiere su forma definitiva hasta el siglo XIII».
Lorca menciona los hechos históricos que cita Manuel de Falla, que tanto influyeron en el canto flamenco: La adopción por la Iglesia española del canto litúrgico, la invasión árabe y la llegada a España de los gitanos. «Son estas gentes misteriosas y errantes quienes dan la forma definitiva al cante jondo», afirma.
El cante jondo se divide además en una serie de variedades tradicionales, conocidos como palos, donde la siguiriya tiene una mención especial, afirmando Lorca: «Aunque la melodía gitana es rica en giros ornamentales, en ésta —lo mismo que en los cantos de la India— sólo se emplean en determinados momentos, como expansiones o arrebatos sugeridos por la fuerza emotiva del texto, y hay que considerarlos, según Manuel de Falla, como amplias inflexiones vocales, más que como giro de ornamentación, aunque tomen este último aspecto al ser traducidos por los intervalos geométricos de la escala atemperada».
La Real Academia Española define el cante flamenco como «el canto andaluz agitanado» y lo separa del cante jondo explicándolo como «el canto más genuino andaluz, de profundo sentimiento».
La guitarra flamenca
Por otro lado, la guitarra flamenca fusiona delicadamente el golpe característico de lo que fue la guitarra castellana, con el punteo de la guitarra morisca.
Dice el guitarrista Manolo Yglesias al respecto: «Los ilustres ascendentes de la guitarra española (de ella nació la flamenca), aparecen oscurecidos por las brumas medievales. Cuando en el siglo VII los árabes invaden España introducen su laúd, pero ya había en la península otro tipo de instrumento, la guitarra latina, heredera de la cítara griega importada por los romanos, a su vez procedente de la kéthara asiria, la cual, según el testimonio del Arcipreste de Hita en su Libro del buen amor, convivía aún en el siglo XVI con la morisca, hermana del laúd de los árabes, teniendo ambas diferentes características musicales. Mientras la latina se rasgueaba, la morisca se punteaba».
Sobre la aparición de la guitarra flamenca llega a agregar que es incierta. Esto se debe a que el cante jondo en principio sólo era acompañado con las palmas, los bastones sobre el suelo, los nudillos, taconeos y zapateos. Las cuerdas vendrían después, en los bares, cafés y arrabales. No obstante, hasta el día de hoy siguen existiendo los cantes a voz sola, llamados a «palo seco», como la toná, el marinete y la debla.
Los judíos sefarditas
Uno de los palos del cante flamenco más conocidos es la petenera del cual la investigadora María José Arévalo llega a decir: «El cante por petenera cuenta con una cierta disposición a reconocer en todo el acervo musical y coreográfico flamenco una influencia hebrea. Su propio nombre así lo indica: Cante de Sinagoga, aunque no podemos descartar otras teorías, ya que el cante flamenco se basa en sus comienzos, en una transmisión oral llevada a cabo en la intimidad del hogar o en reuniones de carácter social o religioso, no existiendo por ese motivo documentación alguna que recoja sus orígenes».
Resalta, como diría Yglesias, que en las brumas de la España medieval era común que participaran elementos sefarditas, con elementos de las culturas árabes y cristianas. Destaca también la música litúrgica cristiana heredera del canto del templo judío.
Sobre las historias relatadas en las peteneras relata además Arévalo: «Los sefardíes se expandieron en un principio por los países del mediterráneo, en particular por el norte de África, huyendo de la conversión obligatoria y de la persecución que sufrían derivada de sus costumbres y pertenencias. Siendo un pueblo perseguido, tal como los gitanos, se generó una música de gente dolorida y torturada por sus circunstancias».
Arévalo cita incluso al célebre musicólogo Hipólito Rossy quien diría: «Hay la creencia de que la petenera es cante de origen semita, lo que no sería nada de extrañar, pues muchos judíos fueron trovadores y juglares y entre estos se cultivó el cante popular».
Paco de Lucía afirmó alguna vez en una entrevista que tras encontrar unas partituras en Toledo entendió la fuerte influencia sefardí en el flamenco, habiendo pensado siempre que era predominantemente árabe, reconocía que el flamenco contemporáneo tenía mucho que ver con la música que hicieron los sefarditas medievales en Toledo.
La zambra mora
La danza flamenca conocida como zambra mora, muy típica de las ciudades de Granada y Almería, también representa una evolución de lo que fueron antiguos bailes árabes y su relación con el flamenco. De hecho, se percibe una tenue similitud con las danzas del vientre.
La zambra mora, muy presente en las nupcias gitanas, puede ser apreciada en ciertos rincones del Sacromonte granadino, donde hay quienes la bailan para deleitar a los turistas.
La zambra mora se suele ejecutar con los pies descalzos, la blusa con un nudo bajo el busto y la falda larga asegurada aproximadamente a nivel de la cadera con amplios pliegues para hacerla flotar en el aire. También se suele aderezar con castañuelas en los dedos.
La legendaria bailaora y cantaora de flamenco Carmen Amaya incursionó repetidas veces durante su carrera en la zambra mora, así como Pilar López, La Chunga y Puela Lunaris.
La zambra mora tiene un sabor a melodía oriental cuando se canta o adapta a la guitarra. El célebre guitarrista Sabicas, considerado maestro de la guitarra e impulsor de la internacionalización del flamenco, también exploró este ritmo, componiendo temas como Danza Mora y Danza Árabe.
El término zambra mora se utiliza desde el siglo XV para denominar las celebraciones musicales y coreográficas de los moriscos, aquellos musulmanes forzados a convertirse al cristianismo tras el fin de la ocupación árabe.
Esta zambra contaba, en sus inicios, con la presencia de instrumentos musicales de viento. Es interesante destacar que la zambra mora es un fenómeno meramente andaluz, ya que no existe en ningún otro país árabe una manifestación cultural similar. Sus raíces están en Al-Ándalus y en su fusión étnica y religiosa.
Cuando los gitanos llegan a Andalucía toman entonces el término zambra y la convierten en gitana, comenzando a sonar como tango y a taranto.
No obstante, todas las formas coreográficas del flamenco, la zambra mora es la que sin duda muestra una mayor influencia árabe.
La zambra mora sobrevivió en el tiempo en parte porque los moriscos supieron adaptarla a las demandas de la iglesia católica.
Si bien la zambra mora no es tan común hoy en día, siendo considerada una forma rara de flamenco, es posible encontrar vestigios de ella en Andalucía, especialmente en Granada y Almería como decíamos líneas más atrás. Y es que si bien hay influencia de ella en los shows populares de danza gitana, siempre se da dentro de un contexto predominantemente flamenco.
Evolución
Es complicado entonces comparar e investigar sobre todas las teorías que existen sobre el flamenco, especialmente porque hay muchas que tienden a dar cierto protagonismo a alguno de los pueblos que ha residido en Andalucía a través de los siglos.
Sin embargo, podemos decir que es innegable que todos sin excepción colocaron, de una u otra forma, su grano de arena en lo que es el flamenco, a través de sus tres elementos: cante, toque y baile.
Hay que ver al flamenco como un ejemplo de mestizaje, de fusión e incluso de tolerancia, ya que su historia reúne a tres religiones que se han enfrentado repetidas veces a través del tiempo, muchos de estos conflictos ocurrieron incluso en su período de gestación. Es decir, que mientras unos peleaban e iban a la guerra enarbolando las banderas de las diferencias, otros celebraban sus culturas diversas en un ritmo que hoy sigue más vivo que nunca.
Es importante por ello recordar y difundir sus raíces multiétnicas, las cuales siguen contribuyendo hasta el día de hoy en su constante evolución.